En España se consumen aproximadamente unas 18.000 toneladas de caracol, de las cuales, sólo unas 7.000 toneladas son de caracoles españoles, el resto son importados. De ese caracol español, sólo un tercio proviene de granjas, el resto son de caracoles silvestres recolectados. Aunque muy lentamente, “como el movimiento del caracol”, esta situación se está revirtiendo.
Este caracol silvestre es un caracol sin trazabilidad, que no sabemos cómo, ni de qué se ha alimentado. En la actualidad, nuestros campos son tratados continuamente con herbicidas y abonos minerales, que pueden ser absorbidos por el caracol, puesto que no tenemos el control sobre los tiempos de espera, y si nosotros lo consumimos, pueden pasar a nuestro organismo.
Sin embargo, en la producción de nuestra granja, controlamos la alimentación, que es a base de trébol y piensos ecológicos, asegurando así la inocuidad del producto.
Podríamos decir, por tanto, que consumir caracol de nuestra granja tendrá las siguientes ventajas frente al caracol silvestre, o de otras granjas no ecológicas:
- Se trata de un caracol con total trazabilidad, lo que nos da la seguridad de saber qué es lo que estamos comiendo. Nuestro caracol se alimenta de forma ecológica, por lo que nos aseguramos de que no ha ingerido productos quìmicos de síntesis.
- Todo el caracol es uniforme, y está totalmente formado, con su concha perfectamente dura, lo que nos facilita el cocinado.
- Su carne es de un color más blanco y una textura más agradable, como consecuencia de la alimentación con pienso.
- El caracol se sirve purgado, lo que permite cocinarlo el mismo día de su adquisición, sin tener que dejarlos en ayunas durante varios días como se hace con los caracoles silvestres para purgarlos.
- Podemos consumir caracol en cualquier época del año, no tenemos que esperar a las lluvias para salir a buscarlos.